viernes, 28 de septiembre de 2018

CUENTO


EL HOMBRE –FORTALEZA
Erase una vez, en un lugar desparramado junto a un río, un hombre que tenía la piel tejida de rocas selladas con arcilla: El Hombre-Fortaleza, era llamado por los lugareños, que lo consideraban baluarte de sí mismo.
Para unos, era un ser con la capacidad de sentir, amputada. Otros, se compadecían de su suerte cuando lo veían pasar, siempre solo, por las calles de aquel pueblo extraviado hasta en los mapas. Algunos, lo creían frío como las noches de enero. Distante y huidizo, como la felicidad. Aciago, como los sueños que no se cumplieron…Todos lo evitaban, pues le consideraban portador de malos agüeros.
Ella llegó empujada por los azares del destino. Al contrario que la de él, su piel estaba hecha de caricias olvidadas. Todas las que no había dado ni recibido la cubrían por completo e iba dejando un rastro de ternura allá por donde pasaba. La ternura que soñaba para ella. Tenía en su manera de mirar, un tamiz que extraía poesía hasta de la realidad más triste. Poseía el don de ver más allá de lo aparente y de descifrar silencios. Iluminaba la vida de los otros con una luz prestada, como la de la luna, porque en su calma aparente, de volcán dormido, se ocultaba un magma de emociones silenciadas que le robaban la paz y el descanso.
Se encontró por primera vez con El Hombre-Fortaleza, una tarde de octubre. Y al detenerse en su mirada, La Mujer de las Caricias Olvidadas, no vio la alcazaba infranqueable que la separaba de aquel hombre. Incluso traspasó la espesa bruma de dolor añejo que lo envolvía y lo que vio fue sensibilidad, respeto, resistencia, bondad, inteligencia, firmeza…y supo que  iba a recordarlo el resto de la vida, porque al mirarlo, por primera vez en mucho tiempo, no sintió miedo.
Ella, lo observó con curiosidad a partir de entonces. Y así supo, que trabajaba de la mañana a la noche, cuidando un jardín preciado que crecía en su casa. Iba deprisa a todas partes. Nunca se detenía demasiado en ningún sitio, pues ese jardín ocupaba su pensamiento y la mayor parte de las horas del día.
También leía. Leía en los parques al atardecer. Leía para escapar, para descansar, para estar menos solo, para vivir con la imaginación lo que la realidad le impedía…Acumulaba libros, que pacientemente le esperaban, con la promesa de una efímera libertad.
Entonces, La Mujer de las Caricias Olvidadas, que amaba las palabras y las historias y que como él, compartía esa misma forma de salvarse, quiso convertirse en libro, para que él la tocara y la leyera…
Ella se acercó a él un poco más cada día. Y él, casi imperceptiblemente, se lo permitió. Incluso la dejó cuidar su jardín preciado e intercambiaron historias escritas y compartieron lugares amados por ella.
La mujer le llevaba cestillos de ternura en forma de mil atenciones que dejaba a orillas de su piel de rocas. A cambio, él destilaba por entre las uniones de arcilla, gotas de emociones indescifrables que ella con paciencia esperaba y recolectaba para atesorarlas después.
Ella le invitó a conocer otro río moteado de molinos harineros que guardaban en sus paredes el calor de las manos que allí vivieron. Quiso que él caminara junto a ella por un bosque de árboles centenarios. Fue un tiempo en el que hablaron muchas veces y compartieron breves, pero importantes momentos. Ella quiso que él viviera. Pero él, todavía, no sabía cómo volver a hacerlo.
Esta historia que cuento, pasó durante algunas lunas, en las que la curiosidad de ella se fue transformando en afecto manso, en amor paciente. Mientras él, permanecía impasible y oculto en su castillo fortificado.
Por todo esto, cuando él, ataviado con la sequedad de los campos en el estío, le pidió que se marchase, ella, no lo supo entender.
Y así fue como los dejé la última vez que los vi: La Mujer de las Caricias Olvidadas, en una margen del río. Las manos, llenas de vida y de luz, tendidas hacia él. Mientras, El Hombre-Fortaleza, en la otra margen del río aguardó  sentado entre las ruinas de un antiguo puente, sin saber cómo reconstruirlo…
Ahora, serán los días venideros, los encargados de contarnos, el curso de su historia.                                                                          
             
 Belén Cano Padilla
 Alcalá de Guadaíra, 28/09/2018



4 comentarios:

  1. Es de los cuentos más hermosos que he leído jamás de los jamases, y solo puedo decir que espero que la magia de la Mujer de las caricias olvidadas, sea capaz de llegar hasta el corazón del hombre fortaleza, pues sí es así, ella jamás volverá a olvidar las caricias, y él será aún más fuerte que en el interior de esa fortaleza. Un cuento precioso corazón :D

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  2. Muchas gracias, Margarita! Es un cuento salido del alma, sentido en el alma...Un abrazo

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  3. De niña, me entusiasmaban los cuentos que me contaban mi abuelo, madre y tía...de mayor, los contaba a mis hijos y ahora a los nietos. Tienen un atractivo y magia enormme y éste es de gran ternura, la magia en la cabeza del niño vuela como una paloma...es bonito.

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  4. Muchísimas gracias, Mari Carmen. Tus palabras son hermosas

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