sábado, 9 de enero de 2021

SIETE DE BASTOS

         Sonó el despertador a la hora acostumbrada. A tientas busqué la pastilla en la mesita de noche y medio dormida, me la tomé, con un trago de agua. Me di la vuelta y me abandoné al sueño del que aún no había salido del todo, por quince minutos más.

        Cuando volvió a sonar el despertador, me incorporé con los ojos cerrados aún y al buscar mi pie la zapatilla, lo que encontró fue una sensación extraña, como si hubiese pisado hierba. Al encender la luz, descubrí, atónita, que mi cama descansaba en mitad de un bosque. Me pellizqué la cara y las piernas. No estaba soñando. Mi casa, no existía. Solo mi cama, iluminada por las esferas del color de las ciruelas, se posaba sobre un manto de musgos y helechos. Alrededor, árboles de hojas ocres, vestidos de un otoño aún no concluido, como el gran árbol de mi bosque particular.

        Una fuerza invisible me llamaba. Caminé descalza sobre el musgo, invadida por una serenidad que no recordaba haber sentido jamás.

           Mi pelo, había crecido hasta la cintura y se había vuelto más oscuro. Y una túnica de azul intenso, cubría mi cuerpo hasta los pies.

            Anduve guiada por esa intuición, hasta que mis pasos se detuvieron ante un símbolo celta tallado en un gran arce.


              


         Era un trisquel, representativo del cuerpo, la mente y el espíritu. Lo acaricié con la yema de mis dedos y justo en ese instante, un hombre joven, atlético, hermoso, surgió de entre los árboles y con una sonrisa pura, me tendió una rama de espino florecida.

        Se acercó a mi oído y con voz grave, pero llena de confianza y ternura, me susurró: "ten paciencia. Todo está ahora en el lugar en el que debe estar. Camina sin miedo. No se equivoca, el que con amor actúa. Superarás cada obstáculo y encontrarás lo que tu corazón ansía".

    Dicho esto, sentí un ligero mareo y me desvanecí.

    Cuando recuperé la consciencia, todo era como siempre: mi cama estaba en mi habitación. Miré el reloj. Aún eran las cinco y media de la mañana. Me sorprendía haber tenido un sueño tan real. Me levanté ya desvelada. Fui al baño y después, bajé a la cocina. Junto a la taza  que había dejado preparada la noche anterior, descansaba una carta del tarot de las brujas. Era el siete de bastos. En ella, un joven atlético y hermoso, como el de mi sueño, sostenía una vara de espino florecido. Corrí a coger el libro para conocer su significado y esto era lo que decía:

"Esta carta aparecerá para asegurarte que superarás los obstáculos y te elevarás por encima de ellos con elegancia, ingenio y humor"

                                                                                            Belén Cano Padilla



4 comentarios:

  1. ¡Qué maravilla primilla! Qué historia más hermosa. He caminado junto a ti en ese bosque. Y amo escuchar lo que yo ya sé, que los obstáculos quedarán atrás, y que las varas que puedan parecer siniestras, se llenarán de flores hermosas.
    Besos corazón :D

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  2. Me haces tanto bien siempre, primilla. Te abrazo desde el corazón. Mil gracias:D

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  3. Pues que así sea y se haga como dice el joven musculoso del siete de bastos.
    Un abrazo

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