Huele esta tarde
igual que aquellas
cuando nos bañábamos en el río
y salíamos
con los labios morados
a comer en la orilla el bocadillo.
Pero entonces,
sin saber siquiera
lo que eran
conexión ni cobertura,
para comunicarnos bastaban
los ojos y la sonrisa,
dos botes viejos
y una cuerda.
(Elvira Laruelo)