domingo, 22 de noviembre de 2020

 EL AMOR EN TIEMPOS DEL COVID


Difícilmente podremos olvidar este año del 20 repetido. La violencia de estos meses, nos ha arrancado de cuajo muchas cosas y más que dejarnos, nos ha impuesto otras tantas. Grabadas a fuego, quedarán miles de historias en las paredes de los meses vividos. Huellas, cicatrices, que ya nada podrá borrar.

En mitad de todas las versiones del sufrimiento, también pertenecerán a este año, palabras que hemos pronunciado hasta la saciedad y presiento, que muchas de ellas, tendrán que ser redefinidas. Como por ejemplo, la palabra “perímetro”, que se ha desnudado de su definición original, para significar en este tiempo, “la distancia impuesta entre dos seres que desean abrazarse”.

Malos tiempos corren para el amor. El confinamiento obliga a la convivencia de pieles que se aborrecen, de almas que comparten cama y en las que sin embargo, media un abismo de glaciares. El confinamiento, obliga a la lejanía de almas que caminan juntas, aunque no compartan tiempo ni estancias. Obliga a la lejanía de pieles que se sueñan sin poder rozarse.

Sin embargo, no podemos olvidar que el Amor, cuando es AMOR, es la fuerza más poderosa del universo. Inventa sendas, abre puertas, construye puentes...La distancia, los cerrojos, las cadenas, las fronteras, pueden impedir que dos labios se abracen, que dos cuerpos se besen. Pero nada puede impedir un sentimiento.

De esta manera, despierto, duermo, sueño, como, camino, trabajo, río, lloro...como si estuvieras aquí. Porque en mí, te siento. Estoy llena de todas las caricias y besos que llevan tu nombre y que guardo  en una caja de madera, en cuya tapa descansa el árbol de la vida. Con ellos voy tejiendo una manta, en las madrugadas. Con ella me envuelvo. Y así, las caricias que aún no te he dado, se transforman en calma y refugio, mientras te espero.


BCP





domingo, 1 de noviembre de 2020

PRESENTACIÓN DEL LIBRO "EL BANCO VACÍO", DE ENRIQUE CANO PALMERO, MI PADRE DE MI ALMA

     Si mi padre fuera una palabra, ¿cuál sería? No he conseguido encontrarla, porque ninguna puede albergar en su significado, algo tan grande.

    Un día de esos en que el mundo entero se transforma en una cuesta arriba infranqueable, me dijiste, papá, que eras otoño.

    Tal vez los calendarios que conforman tu existencia, nos lleven hasta allí, pero yo no te encuentro en el otoño. Tú, pareces vivir al margen del tiempo. Eres árbol de hoja perenne, de verde renacido en cada estación. Y en tus ramas, se mece un niño. El niño que un día fuiste y al que nunca has soltado de la mano.

    La oportunidad, nunca se sentó a la mesa de aquel niño, que vio sin querer, cómo de su paisaje cotidiano desaparecían los pupitres, la tiza y el maestro, para ser sustituidos por el sol, el campo, las jornadas de trabajo prematuro…No obstante, aquel último día de escuela, se llenó los bolsillos de ganas de aprender y desde entonces, la tierra y el sol, sus tías, su madre, los árboles y los perros…la vida entera, se convirtió en su maestra.

    Ambos, aquel niño y tú, habéis caminado siempre juntos entre lentiscos y olivos, por las calles de Cañada Rosal, de Palma del Río y de Alcalá. Habéis habitado chozas y cuevas y pensiones, lejos de casa. Fruto de ese caminar compartido, el niño se hizo sabio y el hombre, atesoró para siempre, la curiosidad infinita y la capacidad de asombro, patrimonio de la infancia.

    Árbol perenne, niño sabio, hombre curioso…no es suficiente aún para definirte, papá. Hay más…

    Mi padre siempre nos ha dicho, que lloró en el vientre de su madre. Con eso quiere decir, que tiene una especie de poder adivinatorio, que le permite presentir cosas antes de que ocurran. Lo que nunca dice, aunque todos los que lo conocemos bien, podemos afirmar, es que es un hechicero.

    Hay personas tóxicas, pero también hay personas sanadoras. Y mi padre, es una de ellas. Eres ungüento que cura, cuidador de todos, inventor de soluciones, buscador de remedios…Si tú estás, a todos nos crece la confianza y se nos achica el miedo, porque siempre sabes lo que hay que hacer.

    Eres lazo que une, pero no ata. Tita Anita y tú, sois los encargados de mantener unida a la familia.

    Y eres más cosas…

    Una vez leí en una novela, que el secreto de la alegría, reside en la resistencia. Tú, mi tía Anita, mi madre, mi abuelo Antonio y muchos de los que hoy estáis aquí, sois conocedores de ese secreto.

    También eres creador de tiempo. Tus días tienen más de veinticuatro horas, ¿cómo, si no, puedes hacer tantas cosas?.

    Eres luz. Eres faro que ilumina la noche oscura y muestras el camino. Y tú mismo, eres camino a seguir.

    Y eres memoria y añoranza. Tu vida está escrita en un libro sin encuadernar, cuyas hojas se ordenan unas junto a otras, ocupando una superficie de setenta y seis años. No cierras capítulos, ni pasas páginas. Saltas de un rincón a otro de tus días vividos, como si jugaras a la rayuela. Por eso vives una y otra vez, la belleza de los momentos atesorados y aprendes siempre del dolor sentido. Por eso no olvidas ni te despides de nadie. Y yo sé que hoy, te acuerdas de los que caminaron a nuestro lado, durante un suspiro de vida y que un día se marcharon. Ellos, también están aquí, sentados a nuestra vera.

    En tu alma de poeta, papá, eres capaz de hacer hablar, hasta a los bancos del parque...

                                                                                                              Belén Cano Padilla





PRESENTACIÓN DEL LIBRO "EL TIEMPO QUE TARDÉ EN AMARTE", DE OLGA Mª PALMERO GAMBOA

 

Olga  es cada una de las palabras que ha escrito. Y en su camino literario, podemos encontrarla junto a Ana de Arimatea, oliendo a rosas blancas en el corral de esa casa  de Cañada Rosal,  que habita en su Cuaderno de Memoria. O a la sombra del amor que destilaba ese hombre bueno que fue Don Francisco, “el padre Paco”, en sus Historias de un cura bueno. Ha sido paisaje de Siria o túnica de Abderraman I  en El Inmigrado.  Y todo el esplendor del mundo, dibujado en las columnas de Madinat Al-zahra en La Triaca. Y después de todo eso, ha regresado a la niñez, en los cuentos de Nela.

En ese sendero de palabras que la siguen, también podemos buscarla en Córdoba por dentro, en Las Escritura del No, en Tintas para la vida. En Pluma, tinta y papel. Coleopar Ceparia, Séneca o Jamais, son editoriales que han creído en la belleza de su escritura. Y gracias a esa confianza, hoy podemos estar aquí.

Cuenta con los premios Prensa-Escuela del Diario de Córdoba, premio Seminario de Relatos Hornasol y con el Reconocimiento del Diario Córdoba en la edición de 500 mujeres que hacen Córdoba.

 

Participa en el Centro Andaluz de las Letras, en el programa Ronda Andaluza del libro para el fomento de la lectura. Pertenece al proyecto Cuentos que dibujan sonrisas. 

 

Sin embargo, yo lo que quiero esta tarde, es apartar todas esas páginas escritas, rebuscar entre esa miríada de palabras y encontrarla a ella. Yo lo que quiero esta tarde, en que nos acoge este lugar sagrado, (pues es aquí, en este hospital de San Sebastián, donde a las dos nos dio la bienvenida la vida), es hablaros de la persona que es receptáculo y morada de la sensibilidad que ha dado forma a todas las obras en las que vosotros os podéis perder, aprender, soñar…

Olga es mi AMIGA con todas las letras en mayúscula. En este instante, en que acumulamos “Amigos” en las redes sociales, que jamás llamarán a  nuestra puerta para tendernos la mano. En este tiempo que nos inventa una realidad ficticia, vacía de encuentros ciertos, desnuda de abrazos, repleta de soledades, yo reivindico el valor exacto de la palabra “AMIGO” y la enaltezco y con ella, te cubro, mi querida Olga, porque eres  como los amigos de los que hablaba Quevedo al decir que “son aquellos que como la sangre, acuden a la herida sin ser llamados”.

Si tuviera que resumir a Olga en una sola palabra, sería sin duda: SIEMPRE. Pues vaya a la esquina que vaya de mi memoria, allí la encuentro a ella.

Olga, eres un tronco de madera en el patio de la casa de mis abuelos. Eres mil paseos por la calle Feria en aquellos domingos en los que ya se nos desdibujaba la infancia. Eres el eco de la pregunta que siempre nos hacía tu tía Ramona, que era mi abuela: ¿Habéis hablado ya todo lo que teníais que hablar?. Eres también una cesta de palma trenzada por las manos de Antonio Padilla.

Estás en todos los que ya se fueron y estarás en los que aún tendrán que venir.

Estás en todo lo que he reído, en todo lo que he llorado, en todo lo que he soñado, en todo lo que he perdido y en todo lo que he amado…pues como un paisaje familiar y cotidiano, me has acompañado “siempre”. Y todo esto, tejido de distancia, pues nunca hemos vivido en el mismo lugar. Y de ese modo, también en nuestra historia compartida, han sido las palabras escritas las constructoras de puentes, que han achicado los kilómetros que nos apartan. Y han sido en todo momento, el abrazo, la compañía y la escucha en el instante requerido, aunque no pudiésemos compartir estancias y tiempo.

 Así ha sido desde que nos conocimos de niñas. Y así es todavía. Y te ruego, mi amiga del alma, que sigas aquí conmigo, siendo isla que me acoge en todos mis naufragios. Quédate. Para siempre.