domingo, 1 de noviembre de 2020

PRESENTACIÓN DEL LIBRO "EL TIEMPO QUE TARDÉ EN AMARTE", DE OLGA Mª PALMERO GAMBOA

 

Olga  es cada una de las palabras que ha escrito. Y en su camino literario, podemos encontrarla junto a Ana de Arimatea, oliendo a rosas blancas en el corral de esa casa  de Cañada Rosal,  que habita en su Cuaderno de Memoria. O a la sombra del amor que destilaba ese hombre bueno que fue Don Francisco, “el padre Paco”, en sus Historias de un cura bueno. Ha sido paisaje de Siria o túnica de Abderraman I  en El Inmigrado.  Y todo el esplendor del mundo, dibujado en las columnas de Madinat Al-zahra en La Triaca. Y después de todo eso, ha regresado a la niñez, en los cuentos de Nela.

En ese sendero de palabras que la siguen, también podemos buscarla en Córdoba por dentro, en Las Escritura del No, en Tintas para la vida. En Pluma, tinta y papel. Coleopar Ceparia, Séneca o Jamais, son editoriales que han creído en la belleza de su escritura. Y gracias a esa confianza, hoy podemos estar aquí.

Cuenta con los premios Prensa-Escuela del Diario de Córdoba, premio Seminario de Relatos Hornasol y con el Reconocimiento del Diario Córdoba en la edición de 500 mujeres que hacen Córdoba.

 

Participa en el Centro Andaluz de las Letras, en el programa Ronda Andaluza del libro para el fomento de la lectura. Pertenece al proyecto Cuentos que dibujan sonrisas. 

 

Sin embargo, yo lo que quiero esta tarde, es apartar todas esas páginas escritas, rebuscar entre esa miríada de palabras y encontrarla a ella. Yo lo que quiero esta tarde, en que nos acoge este lugar sagrado, (pues es aquí, en este hospital de San Sebastián, donde a las dos nos dio la bienvenida la vida), es hablaros de la persona que es receptáculo y morada de la sensibilidad que ha dado forma a todas las obras en las que vosotros os podéis perder, aprender, soñar…

Olga es mi AMIGA con todas las letras en mayúscula. En este instante, en que acumulamos “Amigos” en las redes sociales, que jamás llamarán a  nuestra puerta para tendernos la mano. En este tiempo que nos inventa una realidad ficticia, vacía de encuentros ciertos, desnuda de abrazos, repleta de soledades, yo reivindico el valor exacto de la palabra “AMIGO” y la enaltezco y con ella, te cubro, mi querida Olga, porque eres  como los amigos de los que hablaba Quevedo al decir que “son aquellos que como la sangre, acuden a la herida sin ser llamados”.

Si tuviera que resumir a Olga en una sola palabra, sería sin duda: SIEMPRE. Pues vaya a la esquina que vaya de mi memoria, allí la encuentro a ella.

Olga, eres un tronco de madera en el patio de la casa de mis abuelos. Eres mil paseos por la calle Feria en aquellos domingos en los que ya se nos desdibujaba la infancia. Eres el eco de la pregunta que siempre nos hacía tu tía Ramona, que era mi abuela: ¿Habéis hablado ya todo lo que teníais que hablar?. Eres también una cesta de palma trenzada por las manos de Antonio Padilla.

Estás en todos los que ya se fueron y estarás en los que aún tendrán que venir.

Estás en todo lo que he reído, en todo lo que he llorado, en todo lo que he soñado, en todo lo que he perdido y en todo lo que he amado…pues como un paisaje familiar y cotidiano, me has acompañado “siempre”. Y todo esto, tejido de distancia, pues nunca hemos vivido en el mismo lugar. Y de ese modo, también en nuestra historia compartida, han sido las palabras escritas las constructoras de puentes, que han achicado los kilómetros que nos apartan. Y han sido en todo momento, el abrazo, la compañía y la escucha en el instante requerido, aunque no pudiésemos compartir estancias y tiempo.

 Así ha sido desde que nos conocimos de niñas. Y así es todavía. Y te ruego, mi amiga del alma, que sigas aquí conmigo, siendo isla que me acoge en todos mis naufragios. Quédate. Para siempre.



No hay comentarios:

Publicar un comentario