jueves, 14 de junio de 2012

UN PEQUEÑO PASO ADELANTE Y NUESTRO ESFUERZO HABRÁ MERECIDO LA PENA.

En una playa tranquila, junto a una aldea de pescadores, vivía un escritor.

Todas las mañanas paseaba por la playa, contemplando las olas. De este modo se inspiraba, y por las tardes, se quedaba en casa para escribir.

Un día, mientras caminaba por la orilla del mar, vio una figura que parecía que bailara. Se acercó y observó que se trataba de un joven que recogía de la arena las estrellas de mar una a una y las devolvía al océano.

-¡Hola!- le dijo el joven sonriendo, sin dejar de hacer lo que hacía.

-¿Por qué haces esto?- le preguntó el escritor con curiosidad.

-¿No ve que ha bajado la marea y el sol brilla con fuerza? Si estas estrellas se quedaran aquí, en la arena, se secarían y morirían.

El escritor pensó que la intención del muchacho era muy buena y loable, pero sonrió con escepticismo y comentó:
-Pero hijo, existen miles y miles de kilómetros de playa repartidos por todo el mundo. Debe de haber cientos de miles de estrellas de mar esparcidas por todas esas playas, llevadas por las olas. Y tú, aquí, te dedicas a devolver al océano unas pocas. No creo que eso influya mucho. ¿Qué importancia puede tener?

El joven miró al escritor, recogió otra estrella de mar, la lanzó al agua, volvió a mirar al escritor y le dijo:

- Para ésta estrella de mar, sí tiene importancia.

Aquella tarde el escritor no consiguió escribir. Y por la noche, apenas pudo dormir. A la mañana siguiente, muy temprano, se fue hacia la playa.

El joven se deslizaba con su tabla por las primeras olas del día, pero pronto se dirigió hacia la arena.

Juntos, bajo el suave sol del amanecer, se pusieron a devolver estrellas de mar al océano.


Mi sembrador de estrellas me regaló esta historia

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