Preciosa manera de hablarnos de la ceguera. Sin dramatismos.Con poesía.
Cierra los ojos, de Victoria Pérez Escrivá y Claudia Ranucci (ed. Thule), es un juego de perspectivas y una propuesta de reflexión sobre la primacía casi absoluta de la vista frente a los demás sentidos. ¿Cómo son las cosas? Habitualmente, con los ojos abiertos, se ven de una manera: un árbol «es una planta muy alta llena de hojas», «una culebra es un animal que se arrastra y no tiene patas», «un reloj es una cosa que te dice qué hora es». Pero con los ojos cerrados —ceguera temporal y voluntaria o ceguera plena, el cuento no elige ni dramatiza— y un punto de vista deliberadamente poético y amable, la realidad es muy distinta: «un árbol es un palo muy grande que sale del suelo y canta», «una culebra es una cuerda fría y suave que siempre se te escapa», «un reloj es una cajita de madera con un corazón dentro».
Esto se cuenta dentro de un marco narrativo en el que dos hermanos hablan, cuentan y se discuten. ¿Cuándo estás sucio: cuando llevas manchas o cuando hueles mal? ¿Quién es papá: un hombre alto que lleva sombrero o un beso que pica y huele a pipa? Uno ve, pero el otro le apunta que hay más que la vista: Tócala, Escucha, ¿Es que no hueles?, Toma, ¡No la toques!, ¿No los oyes?
—Yo se lo intento explicar, pero él no me hace caso —le digo a mi madre.
—A lo mejor él también tiene razón —responde ella.
—¿Y cómo es posible? —le pregunto.
—¿De verdad quieres saberlo? Entonces… cierra los ojos.
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