EL AMOR EN TIEMPOS DEL COVID
Difícilmente podremos olvidar este año del 20 repetido. La violencia de estos meses, nos ha arrancado de cuajo muchas cosas y más que dejarnos, nos ha impuesto otras tantas. Grabadas a fuego, quedarán miles de historias en las paredes de los meses vividos. Huellas, cicatrices, que ya nada podrá borrar.
En mitad de todas las versiones del sufrimiento, también pertenecerán a este año, palabras que hemos pronunciado hasta la saciedad y presiento, que muchas de ellas, tendrán que ser redefinidas. Como por ejemplo, la palabra “perímetro”, que se ha desnudado de su definición original, para significar en este tiempo, “la distancia impuesta entre dos seres que desean abrazarse”.
Malos tiempos corren para el amor. El confinamiento obliga a la convivencia de pieles que se aborrecen, de almas que comparten cama y en las que sin embargo, media un abismo de glaciares. El confinamiento, obliga a la lejanía de almas que caminan juntas, aunque no compartan tiempo ni estancias. Obliga a la lejanía de pieles que se sueñan sin poder rozarse.
Sin embargo, no podemos olvidar que el Amor, cuando es AMOR, es la fuerza más poderosa del universo. Inventa sendas, abre puertas, construye puentes...La distancia, los cerrojos, las cadenas, las fronteras, pueden impedir que dos labios se abracen, que dos cuerpos se besen. Pero nada puede impedir un sentimiento.
De esta manera, despierto, duermo, sueño, como, camino, trabajo, río, lloro...como si estuvieras aquí. Porque en mí, te siento. Estoy llena de todas las caricias y besos que llevan tu nombre y que guardo en una caja de madera, en cuya tapa descansa el árbol de la vida. Con ellos voy tejiendo una manta, en las madrugadas. Con ella me envuelvo. Y así, las caricias que aún no te he dado, se transforman en calma y refugio, mientras te espero.
BCP