Salió a la calle. Corrió a la esquina. Nada.
Regresó a la habitación. Abrió el arca y los armarios. Buscó en los bolsillos de aquel vestido verde. Y en aquel perfume de especias y madera. Y en aquella canción: "no despiertes, no despiertes".
Se desnudó. Su cuerpo era el único sitio en el que aún no había buscado. Apartó todos los nombres y meticulosamente separó una por una, las huellas que otros dejaron. Se sentó entre los besos y los repasó uno a uno. Se echó a llorar. Se adivinaba ya el alba, cuando en la misma terraza de aquella mañana lejana, se atrevió a admitirlo: ya no se acordaba de él...
Belén Cano Padilla
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