DE EL PERIÓDICO DE LAS BUENAS NOTICIAS.
Llevo unos días pensando que, en muchas ocasiones, nos relacionamos con los otros como si estuviéramos en guerra. Voy a intentar explicarme. Andamos por la vida heridos. Y nuestras heridas nos pesan tanto que creemos necesitar protección y armamento. Desconfiamos, recelamos, sospechamos, intentamos descubrir qué se esconde detrás de una sonrisa o de una palabra amable. Y, así, nos convertimos en búnkeres que no dejan pasar ni un rayo de luz, por si pudiera estar envenenado, o en tanques que van directos a su objetivo pisando todo lo que encuentran por el camino, para no tener que enfrentarse a una emoción, del tipo que sea. Porque duele. La herida, muchas veces, duele.
Llevo unos días pensando que, en muchas ocasiones, nos relacionamos con los otros como si estuviéramos en guerra. Voy a intentar explicarme. Andamos por la vida heridos. Y nuestras heridas nos pesan tanto que creemos necesitar protección y armamento. Desconfiamos, recelamos, sospechamos, intentamos descubrir qué se esconde detrás de una sonrisa o de una palabra amable. Y, así, nos convertimos en búnkeres que no dejan pasar ni un rayo de luz, por si pudiera estar envenenado, o en tanques que van directos a su objetivo pisando todo lo que encuentran por el camino, para no tener que enfrentarse a una emoción, del tipo que sea. Porque duele. La herida, muchas veces, duele.
Escucho historias –cercanas o lejanas- y me pregunto hacia
dónde va el ser humano. Las mujeres se quejan de los hombres. Los hombres de
las mujeres. Los jefes de los empleados, los padres de los hijos, los
profesores de los alumnos… (y viceversa).
Entonces creo que es tiempo de establecer un armisticio, de
dejar de sospechar y de ver al otro como un enemigo. Creo que es tiempo
de empatía, tiempo de comprender. De hablar y de escuchar. Desde el corazón.
Hacia el corazón. Es tiempo de dejar las espadas –los egos- a un lado y empezar
a darnos la mano. Quizás el otro “te ha hecho daño” (muchas muchas comillas en
esta frase puesto que no creo que “otro” pueda realmente herirte) pero, ¿te has
parado a pensar qué le pasa a ese otro?, ¿conoces su situación?, ¿sabes qué es
lo que a él o a ella le duele?
Es tiempo de dejar de buscar responsables fuera y comenzar a
mirar hacia dentro. Tu herida duele y grita, porque está pidiendo que te ocupes de ella. No te distraigas intentando
encontrar culpables. Empieza a cuidarte, empieza a quererte, empieza a sanarte.
Y cuando te sanes, te quieras y te cuides, descubrirás quizás que no hace falta
que seas un búnker, porque nadie pretender hacerte daño, y que tampoco
necesitas convertirte en un tanque, porque la vida te trae lo que
verdaderamente te hace falta.
Toda persona con la que te cruzas en el camino es una oportunidad
de Amar. Permítetelo.
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