jueves, 20 de abril de 2023

 EL ESCONDITE DE HISTORIAS




Antes de compartir mesa con aquel extraño, le pedí permiso:


_¿Te importa que me siente aquí?


Su sonrisa me concedió la hospitalidad que yo necesitaba para ocupar ese espacio.

Fuimos durante unos minutos, dos soledades al alcance de la caricia, que no volvieron a intercambiar ni una sola mirada. Siempre me llaman la atención esas cosas y me pregunto si no me habré cruzado ya con ese amor que quiero y no me he dado cuenta.


Me senté junto a un extraño y fui consciente en ese instante de que, por otro extraño, me encontraba allí esa noche: un extraño conocido. Un viejo desconocido. Un deseo añejo que rescataba de ese lugar recóndito de nosotros, donde vamos almacenando los sueños no cumplidos…


Acaricié con los ojos la estancia, mientras tu música me acariciaba a mí. Reparé en las personas que se amontonaban desordenadas en el local. Me detuve en el nombre de la calle  que se colaba a través de la cristalera: Amparo. Y nada me pareció casual. Recordé esa cita que me gusta tanto: “Caminamos hacia lugares, situaciones y personas que nos esperan desde siempre”. Y sentí que ese lugar me estaba esperando.


Una chica esbozó rostros en un cuaderno y comencé a descubrir poesía e historias escondidas en todos los rincones. Pero no tenía allí mi libreta.


Pude verme a mí misma desde fuera, como espectadora de una película. Te miré desde esa mesa llena de soledades acompañadas, abrazada a una copa de vino y me sentí acariciada por un trozo de vida que el tiempo me había guardado porque no lo viví años antes, cuando pasó por mi lado.

Hay cosas que no nos tienen que pasar. Da igual que construyamos veredas y puentes. Da igual que sembremos con amor los campos o que ofrezcamos agua en vasijas de barro.

Hay cosas que nos tienen que pasar. Da igual que nos hagamos los desentendidos, que huyamos en sentido opuesto o que nos escondamos en cualquier lugar sin candiles, ni luna.


Hay ojos que regresan sólo para que nos miremos en ellos con calma…


No sé lo que se hace después de haber compartido la piel. Sólo sé lo que ha acontecido hasta hoy:


Sé que abriendo ventanas en mi pecho, descubro la vida que habita más allá de mis fronteras.

Creo que un pájaro enjaulado solo puede sobrevivir por dos razones: porque olvida que tiene alas. O porque no olvida que existe un cielo. 


Sé que elijo caminar con el corazón de par en par, para que puedan entrar las personas que me acarician el alma. No todo el mundo viene a hacernos daño.


Sé que no hay que detenerse demasiado ante una puerta entreabierta: no sabemos si nos están invitando a entrar o a salir. Y en esa duda, perdemos la capacidad de ver la vida que sucede a nuestra espalda.


Sé que quiero escribir esta historia porque me gusta creer que a través de la fotografía y la escritura, le robo instantes al tiempo y los guardo para mí, para poder regresar mil veces a ellos cuando no haya otra luz en el camino.


No sé lo que se hace después de haber compartido la piel. Pero sí sé que cuando te recuerdo, sonrío. Y eso, en mitad de este mapa de cicatrices que somos, es algo muy parecido a la belleza…



Belén Cano Padilla














2 comentarios:

  1. Precioso el texto, pero más preciosos los sentimientos que lo dibujan. Ese pájaro, ese pájaro recuerda que el cielo está ahí, pues lo hermoso de la vida no es olvidar las alas, sino luchar por llegar al cielo.
    Te quiero mucho primilla. Por favor, sigue escribiendo

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